Por Nelson Núñez. A comienzos del año 2007 nada hacía imaginar que uno de los íconos del modelo de Desarrollo de Chile, la industria del Salmón, estaría a poco andar al borde de la quiebra y se enfrentaría al dilema de la supervivencia. A partir de la alerta ambiental emitida el 30 de Julio de ese año por SalmonChile, debido a la confirmación de la presencia de peces contagiados con el hoy ampliamente conocido virus ISA, el liderazgo chileno en el mundo salmonero se fue desvaneciendo poco a poco.
Pero ¿cómo una Industria que en su mayor apogeo llegó a generar 50 mil empleos directos, a crecer a tasas del 22% anual, tener ventas por más de 2 mil millones de dólares anuales, y que según proyecciones para el año 2015 sería líder mundial (incluso por encima de Noruega) se vio envuelta en un espiral de autodestrucción?
La respuesta es multifactorial, con componentes que apuntan a la falta de prácticas de manejo sustentable como uno de los aspectos críticos para que la Industria pudiera dar adecuada respuesta a la llegada del Virus ISA.
Estos componentes tienen relación con la respuesta de quienes producen a la aparición del virus. La industria privilegió, en un comienzo, mantener los niveles de producción y no afectar las ganancias a corto plazo asumiendo que los contagios eran un hecho aislado. Por esta razón, suministraron antibióticos de manera indiscriminada (hasta 350 veces más que Noruega) y llevaron la densidad de peces en sus granjas a niveles cinco veces mayor a la que utilizan las empresas europeas. Cada jaula de captura estaba a menos de 5 metros de distancia, lo que de inmediato expandió el virus generando una verdadera pandemia.
Una vez que el virus se salió de control, las muertes de peces llegaron a niveles tan altos que rápidamente la producción se fue a pique, generándose una bola de nieve en la cual la baja en los montos exportados repercute en los ingresos, esto en los niveles de empleo y también en las capacidades de respuesta a las obligaciones financieras contraídas. A esto se agrega la caída de la imagen internacional de la Industria, lo que se demuestra con las continuas notas de prensa internacional criticando el manejo de el empresariado nacional de la crisis y la pérdida de grandes compradores internacionales como Safeway y Wal-Mart (Ver The Economist, Ver New York Times).
Así, el escenario actual es muy adverso para la población, las empresas y el medio ambiente. En cuanto a las personas, que pasan a ser el colectivo más vulnerable en este momento, esto se expresa en el alto desempleo que esta crisis ha generado, perdiéndose 30 mil puestos de trabajo en dos años lo que ha dejado solo como un buen recuerdo el índice de desempleo de 2,3% que tuvo la Región de los Lagos en el auge del “oro naranja”.
Pero, ¿qué hacer ahora para superar esta crisis?, esta pregunta surge de manera natural luego de todo lo expuesto y obliga a plantearse este negativo escenario como una oportunidad de refundación de la industria, pero esto sólo se puede dar si todos los actores involucrados se hacen cargo de sus respectivos roles y asumen que la forma de producción intensiva y desregulada que hubo en Chile hasta ahora no garantiza una utilización de los recursos racional y sustentable en el tiempo.
Primero, la industria debe integrar en sus prácticas de producción criterios ambientales y sociales que permitan que la producción crezca de manera orgánica y le otorguen la resiliencia necesaria para reaccionar de mejor manera a posibles crisis futuras, dejando de lado modelos de sobreproducción y explotación de los recursos por sobre las capacidades de carga del ecosistema que no son sostenibles en el largo plazo. Las cuestiones ambientales y sociales deben ser cuantificadas en la gestión de las empresas del salmón, como una variable más de la realidad de los negocios y no como un gasto o algo externo.
Segundo, la banca comercial juega un papel preponderante al ser quien entrega los recursos para el desarrollo de la industria, este importante rol se hace evidente con la dificultosa negociación con el gremio para repactar las cuantiosas deudas que la crisis ha generado y la desconfianza de esta respecto a las reales capacidades de responder a las obligaciones comprometidas por la industria. En la actualidad, se exigen a la industria medidas regulatorias ambientales y sanitarias, garantías en acciones, además de la puesta en marcha de un sistema de información y veedores dentro de las compañías para poder entregar recursos, pero esto podría haber sido evitado si estos mismos bancos que ahora se dan cuenta que un agua contaminada no tiene valor, hubiesen incorporado criterios ambientales y sociales a la hora de hacer sus evaluaciones de riesgo en los financiamientos concedidos.
En la actualidad, los más importantes Bancos Internacionales han recogido la sustentabilidad en la evaluación de sus créditos, mediante la adopción de los Principios del Ecuador (Ver sitio web). Según estos, las entidades financieras se comprometen a tomar en consideración los riesgos sociales y medioambientales de los proyectos que financian y por lo tanto, a conceder créditos sólo a aquellos proyectos que puedan acreditar la adecuada gestión de sus impactos sociales y medioambientales, como la protección de la biodiversidad, el empleo de recursos renovables y la gestión de residuos, la protección de la salud humana, y los desplazamientos de población. Solo CorpBanca en Chile adhiere a esta iniciativa.
Tercero, el rol del Estado es clave. La experiencia ha demostrado que la autorregulación en esta industria fracasó. El Estado debe generar herramientas que aseguren que el medio ambiente sea respetado y que los recursos sean utilizados de manera sustentable. Además, en este momento están en proceso de discusión modificaciones a la Ley de Pesca (Ley Nº 18.892) que son vistas como un salvavidas para la industria Salmonera. El Estado tiene la obligación de resguardar que la refundación de este sector no sea a costa de los recursos de todos los chilenos, por lo tanto le cabe a nuestros legisladores y al ejecutivo garantizar que nunca más situaciones como esta se repetirán.
Es de esperar que el colapso de la Industria del Salmón sirva como ejemplo sobre cómo no se deben gestionar los recursos y los negocios en general, de ahora en adelante debe quedar claro que no se puede separar lo ambiental y social de lo económico, que estos tres aspectos deben estar alineados en la administración de las empresas, porque esa la única manera de asegurar un crecimiento sustentable en el largo plazo, que se haga cargo de los impactos generados y que entregue reales posibilidades de desarrollo a los países.